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Los nuevos pioneros del Derecho

18 julio 2022

Ángel Calleja , Director del Máster en Derecho Internacional de los Negocios del Centro de Estudios Garrigues, que se puede estudiar junto a nuestro Grado en Derecho y a nuestro Máster Universitario en Abogacía , aborda en el siguiente artículo cuáles son las características que deben reunir los juristas del futuro.

Mirar sin miedo al futuro

La capacidad de mirar al futuro para transformarlo y adecuarlo a nuestras necesidades es característica que identifica muy especialmente al ser humano. Hacerlo sin miedo es, sin embargo, una cualidad que distingue solo a unos pocos: a aquellos individuos a los que, con admiración, denominamos innovadores por su capacidad para impactar en nuestras vidas, convirtiendo sueños e ideas imposibles en realidades accesibles.

Tras siglos de evolución y de convergencia, el Derecho se ha convertido finalmente en un idioma universal que ya todos entendemos, centrado en la persona y al servicio de los problemas de la humanidad en su conjunto. Su legitimación no se encierra ya ni depende exclusivamente de soberanos, fronteras o nacionalidades.

El mundo jurídico necesita más que nunca mentes creativas y abiertas que faciliten la construcción de un Derecho Global. Un nuevo Derecho liberado de antiguas restricciones que dé eficaz respuesta a los actuales retos.

Pero una vocación innovadora no será suficiente; deberá ir imprescindiblemente acompañada de una genuina mentalidad internacional y de una sólida formación jurídica: la fórmula de éxito de los pioneros del nuevo Derecho.

Los Juristas del Futuro

¿Qué características deben reunir los juristas a los que la sociedad encomiende esta ambiciosa labor?

En primer lugar, el mundo del Derecho necesita personas innovadoras, personas sin miedo al futuro.

Lo cual implica necesariamente individuos dotados de altos niveles de curiosidad intelectual como indispensable antesala de la creatividad. Capaces de sentar a su mesa a médicos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, sociólogos y a un sinfín de especialistas, con decidida vocación de escuchar, de aprender y de cooperar para así poder extender la capacidad jurídica más allá de sus tradicionales limitaciones. Colegiar a la actual generación de innovadores científicos con los juristas más creativos del futuro es hoy una obligación y una gran responsabilidad para la sociedad.

La demanda de abogados interdisciplinares especializados caracterizará y poblará progresivamente todas las instancias del mundo jurídico durante lo que queda de siglo. Y se consolidarán áreas de ejercicio profesional antes insospechadas tales como el Derecho Espacial, el Derecho Climático o el Derecho de la Inteligencia Artificial, muchas de ellas estrechamente conectadas con la escasez de recursos para abastecer a una inédita población humana, y con las nuevas formas de relación entre humanos a través de las máquinas, entre humanos y máquinas y entre las propias máquinas.

Y, a diferencia de tiempos anteriores, debido a la velocidad a la que se están produciendo los cambios, el Derecho no podrá tomarse ahora largos periodos de tiempo ni excusarse en una infinita reflexión antes de proponer soluciones.

En segundo lugar, el mundo jurídico necesita de mentes genuinamente internacionales, mentes sin fronteras.

La mentalidad internacional está dotada de unas especiales características comunicativas y de hiper-empatía que facilitan la colaboración constructiva desde el pragmatismo y la humildad. La mente internacional disfruta especialmente de la diversidad y es capaz de sintonizar con frecuencias lejanas comprendiendo el sentido de las más diversas manifestaciones humanas. Profundiza, desde la aceptación y el respeto de paradigmas diferentes, en las variadas formas que existen de entender y de organizar la realidad, sabiendo escuchar y reflexionar críticamente. Buscando seleccionar lo mejor. Sin sentimiento de superioridad en la búsqueda de una ética común.

Son mentes que comprenden que quedó atrás el antiguo modelo que secuencialmente conectaba el conocimiento perfeccionista de unas normas jurídicas, estrictamente locales y a menudo sacralizadas, con su exclusiva aplicación en el ámbito de un Estado y bajo tutela de instancias exclusiva e irremediablemente domésticas; sin cuestionar en el proceso un contraste más allá de estos límites.

Finalmente, deben gozar de una sólida formación jurídica, de una educación sin fisuras.

Una formación que necesariamente debe partir de un conocimiento profundo de los principios del Derecho y de la doctrina que nos ha traído hasta aquí; si bien ahora con un alcance cualitativamente distinto y con un enfoque más dinámico y pragmático.

Porque la educación en lo jurídico debe ahora centrarse en el conocimiento del nuevo sistema internacional de Fuentes del Derecho que, a través de especializados agentes internacionales protagoniza, directa o indirectamente, buena parte de la producción normativa, y de su incipiente aplicación en los diversos bloques en que aún se divide el mundo.

Muchos de los nuevos juristas preferirán, acertadamente, que sus aportaciones se produzcan en el seno de estas instituciones internacionales por su proyección. Conceptos clave que hoy sirven a la convivencia y al progreso humano como los de Genocidio o Crimen contra la Humanidad se consagraron en el seno de conocidos procesos internacionales y hubieran sido difícilmente concebibles en otro contexto.

La nueva formación debe, además, basarse en un profundo conocimiento de los principales sistemas jurídicos existentes, especialmente del sistema de Derecho Común anglo-sajón, desde el convencimiento de que, por su flexibilidad y dinamismo, sus aportaciones al Derecho Global, aunque no sean las únicas, sí serán las más decisivas.

Debe finalmente complementarse con una formación en otros campos de las diversas ciencias, con especial atención a su fundamento técnico-económico, para así facilitar el imprescindible diálogo interdisciplinar que garantice la viabilidad de las soluciones propuestas y la equidad en la resolución de disputas.

Una formación amplia, integral y exigente.

Conclusión

No es concebible que el mundo del Derecho escape a la profunda revolución que, en todos los órdenes, hoy vivimos. Por la misma regla, no es tampoco concebible que permanezcan invariables los ingredientes que proporcionaron el éxito en el pasado en el ejercicio de la profesión legal. El camino hacia un nuevo Derecho Global presidido por valores humanos comunes, adecuados a los retos colectivos y a la nueva tecnología, está trazado. La oportunidad para los jóvenes juristas de protagonizar este cambio desde la innovación, la mentalidad internacional y una sólida formación en Derecho es única. Y apasionante.

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Ángel Calleja

Director de Máster en Derecho Internacional de los Negocios del Centro de Estudios Garrigues

Counsel en White and Case.

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